jueves, octubre 3

Virus

Y es punzante el dolor que se siente mientras se atraviesa una desilusión, no se sufre por quien la causó, sino por todas las esperanzas que tenías puestas en él. Un voto de confianza que se desvaloriza, se desecha en lo más profundo de nuestras resignaciones, y allí queda, inmóvil, irreversible. El tiempo se prohíbe a sí mismo dejar estas lecciones en el pasado, por el contrario, se acumulan. Un día, cuando creemos que todo va bien, cuando nos sentimos invadidos de superación y capaces de continuar, la vida decide golpearnos en seco, de frente y en la cara, con el simple objetivo de abrirnos los ojos, demostrarnos que la gente no es lo que parece, traernos la cruda realidad de que son nuestros seres más cercanos los que derrochan falsedad y escupen hipocresía. Entonces, ¿por qué las personas siguen -seguimos- desperdiciando nuestro tiempo en apostar a ciertas amistades? simple, el virus por el que están infectados todos aquellos seres que prefieren hundir a alguien para escalar ellos mismos, todavía no se esparció al resto de la sociedad, es decir, la gente buena no se contaminó del todo. Todavía están los que escriben, los que leen, los que escuchan, los que sienten, los que no ocultan, los que antes de preguntar el motivo de tu dolor, comienzan por alentarte; todavía estamos quienes creen en la verdadera amistad, y desechan hipócritas hasta llegar a ella.

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