lunes, febrero 18

Dolor. Superación. Reset. Fortaleza.

Tantas veces nos atamos al infierno, tantas veces nos dejamos caer en brazos de quién no nos ama, tantas veces pusimos toda nuestra confianza en la persona incorrecta, tantas veces nos hicimos tristes. Somos jóvenes, sí, nos queda toda una vida llena de situaciones y personas así, pero el dolor no tiene edad, lo llevamos desde que nacemos hasta que morimos, sólo que con el pasar de los años los problemas cobran seriedad y lo que nos hizo tristes en el pasado es sólo un recuerdo, una anécdota. Perdemos a alguien a quién amamos y creemos que el mundo se nos cae encima, nos ahogamos pero vemos como todos respiran a nuestro alrededor. Pasan días, semanas, meses y el dolor punzante que sentíamos en el pecho cada vez que escuchábamos su nombre se va disolviendo, la película de momentos que pasábamos en el cine de nuestra memoria a diario se transforma en vagos recuerdos que traemos a nuestra mente en ocasiones especiales, como una madrugada de domingo, por ejemplo. Un día, se va todo el dolor y la agonía que sentíamos, se transforma en nostalgia y superación. Las personas que nos rodean nos empiezan a ver felices de nuevo, recobramos la alegría que creíamos extinta, comenzamos a sonreír, a sentir, a vivir, a disfrutar. Una noche, sin aviso previo, él vuelve, la historia se repite, las amistades nos dejan de lado porque no pueden comprender como llegamos a autoflagelarnos tanto a tal punto de volver a clavar el mismo cuchillo en la misma herida que acaba de cicatrizar, pero que todavía no perdió su profundidad. Comenzamos de cero, pero esta vez... todo es diferente, no nos brillan los ojos al mirarlo, ni al leer las letras que nos dedica... perdimos la confianza. Abrimos los ojos, miramos a nuestro alrededor, respiramos hondo y admitimos que las cosas nunca van a volver a ser como antes, no extrañamos a esa persona, sólo a los recuerdos que trajo con ella, pero cambiamos, crecimos, aprendimos a enamorarnos, de la persona correcta, en el momento correcto, con la medida correcta. Nos hacemos fuertes y perdemos un poco de sensibilidad, con cada historia que vivimos dejamos de ser tan susceptibles, nos invade un tipo de fortaleza que nosotros mismos desconocemos pero lo notamos cuando nos acercamos a ese mueble, abrimos la caja donde guardamos todas sus cosas, leemos su carta y el papel ya no se moja con nuestras lágrimas. Recordamos todo, pero no anhelamos nada. El tiempo ya pasó, se superó y no se recupera, pero ya no nos duele, no se siente como antes cuando somos nosotros los primeros en decir "ya está, me voy, adiós".

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